Lo que la ola se llevó, la marea lo devolvió

Crónicas eventuales. Jorge Macchi en Ruth Benzacar desde el miércoles 17 de marzo de 2010 hasta el viernes 14 de mayo de 2010.
La memoria, largamente negada, ha recuperado el impulso vital de recordar.

Con fotografías de gran formato,pequeñas acuarelas, videos, instalaciones y la intervención del muro que enfrenta la entrada de la galería, Jorge Macchi nos invita a enhebrar el hilo de un relato que remite a otro relato. Ese otro relato que, en realidad casi todos conocemos, pero que él nos quiere señalar a su manera poética, adquiere un nuevo significado como imagen recordatoria de lo que viene después y de lo que sigue con vida. Debemos recorrer la muestra completa, para luego elegir un nuevo modo de re-recorrerla, organizando el “monogatari” según se disparen nuestra sensibilidad e intelecto.
Los pequeños indicios que el artista presenta, nos envían en busca de algún sentido, entre una aparentemente incongruente mezcla de objetos inventados y encontrados, confrontándonos con la experiencia de ausencia que convocan. Ausencia que adquiere el tono de lo espectral y lo fantasmagórico. Aquí y allá aparecen, como por casualidad, rastros de una situación traumática, perdida en algún momento detenido del pasado. Un suceso, acontecido hace poco más de doscientos años (o para ser exactos: ciento cincuenta si nos situamos en el año 1935), que revela una asincronía que contribuye a acentuar su condición de espectro y trauma. Obligándonos a considerar el par de conceptos opuestos y anudados entre sí, lo “crónico”y lo eventual”, en una secuencia que organice finalmente la historia, antes que los objetos que la representan desaparezcan diluyéndose en el tiempo.
Si lo que empieza a desaparecer, se lleva algo oculto consigo, es imperativo discernir lo que nos cuentan esos escombros que los representan, antes que se hundan en las sombras (en el subsuelo de la galería) de una Umbría que los engulle dentro de sí. La balada de Matsushama es la pista que inicia el derrotero de los hechos, al sacar a la luz, aquellos sucesos que permanecían ocultos en las profundidades de la oscuridad, el lugar más recóndito de la memoria de algunos pocos.
No nos queda otra alternativa que reflexionar sobre cuál es el papel que juegan lo azaroso y el destino en la recuperación de la memoria, y en la construcción de la historia. Tanto para los pequeños hechos de la vida cotidiana, como para los grandes que quedan documentados en los libros para la posteridad. Porque tantos unos como otros, contribuyen a torcer o diseñar el rumbo del presente y del futuro de la historia en general.

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