Fábulas
Cada nueva exhibición, supone para el artista una evolución que se hace evidente en una serie progresiva de transformaciones, como la vida en la sociedad contemporánea. Ambas se caracterizan por el cambio rápido y continuo de las formas que las constituyen. De manera que el replanteamiento de las mismas en una serie infinita de nuevos comienzos y finales, es lo que realmente interesa a fin de no quedar rezagados. Ante este modo de existencia precaria, resulta indispensable seguir el rumbo indeterminado de la corriente, sin aferrarse a las situaciones, objetos y personas que pasan por la vida de uno. Logrando la libertad, que garantiza la agilidad y velocidad necesarios, para el estado de movimiento permanente. Por consiguiente, cabe pensar que, en este orden de cosas, la vida moderna se halla organizada según una lógica en la cual, detenerse significa la muerte.
La obra de Fabio Kacero, da cuenta con sorprendente lucidez y sutileza sobre el modo de vivir hoy en este mundo, y cómo esto afecta al ser humano habitante de la posmodernidad. Relación ya explorada por el artista, en todas sus muestras. Hablar de lucidez en Kacero, es aludir a la economía de recursos utilizados en cada oportunidad, para desarrollar completamente y por separado, uno de los diversos aspectos de la relación “movimiento permanente - vida”, subyacente en las reflexiones de su quehacer artístico. Hablar de sutileza, es hacer referencia no sólo a lo que muestra, sino cómo lo muestra. Él dice mucho más, con lo no muestra. Si menos es más, si una carga aligerada facilita la velocidad de movimiento, la metodología de su trabajo contribuye a reforzar la reflexión que con ella hace sobre la idea de la relación “movimiento permanente-vida”. Esta relación contiene las ideas que hacen a su razón de ser, al tiempo que la explican. Y es mediante el uso de la dicotomía, a partir de pares antagónicos de conceptos, que manifiesta un fenómeno que implica la separación en dos partes de una misma cosa, y a la vez la exclusión mutua entre las partes separadas por dicho fenómeno.
Como por ejemplo los atriles dispersos por la sala (entre otros objetos de la muestra), sobre los que descansa un mismo libro abierto en una página diferente cada uno, de modo de poder leer un relato de su autoría. Todos distintos, pero narrados en primera persona, diarios personales planteados como cuento fantástico. Por lo que los nombres de las personas, al formar parte de las anécdotas se perfilan como personajes. Es entonces que se revela la primer dicotomía “realidad/ficción”, para trabajar con ella el par de relaciones opuestas “diario personal-personas/cuento-personajes”. La segunda remite a lo “accesible/inaccesible”, “visible/invisible” y “penetrable/impenetrable”, permitiendo el acceso a su vida a través de la lectura pública de las historias escritas en sus diarios personales, al mismo tiempo que lo cierran en tanto reveladoras de anécdotas fantásticas. En esas combinaciones conceptuales, los relatos parecen ser algo que no son, o son algo diferente de lo que hacen creer.
Lo mismo sucede con el resto de objetos que conforman la muestra, procedentes de otras o nuevos. La serie de marcos de diapositivas superpuestos, con aplicaciones de calcomanías; la serie de impresiones a color barnizadas, en marcos de madera y vidrio; la serie de pequeños libros cuyos títulos y autores fueron intervenidos por el artista, envueltos en celofán y expuestos en una vitrina cerrada; el video del muertito o Moodloop y el de la niña dibujando dentro de un libro de Filosofía. Mutaciones de sus predecesores, como los libros mencionados que serían la progresión sucesiva de los Cast K, ya que ahora hay un relato amplificador de sentido y no sólo nombres; los colchoncitos plastificados y brillantes, devenidos en la ilustración de la tapa del libro Selfiction, que también es tapa del catálogo, progresión bidimensional de aquellos tridimensionales.
En todos se verifica la serie de variaciones sin fin a que Kacero somete a los objetos, invitando al espectador a ingresar en otro orden simbólico. En el que la progresión de cada movimiento sucesivo, surge como solución de las contradicciones inherentes al movimiento anterior. Transformándose en un mundo en el que las porciones semánticas del lenguaje adjudicadas a las cosas, cambian y adquieren un nuevo sentido. Es en cada una de las variaciones o en el conjunto de ellas, donde el espectador tiene que descubrir lo que el objeto le dice desde lo que no le dice. Obligándolo a realizar su propia experiencia, a través de la representación de la experiencia del artista. Único modo en que Fabio Kacero puede señalar aquello de lo que quiere hablar.