Obvio, pero no tanto
Perspectiva, la retrospectiva de Jorge Macchi curada por Agustín Pérez Rubio, revela el intelectualismo agudo de un artista que logra develar mecanismos solapados de la realidad sin perder de vista lo terrenal.
El arte de Macchi es netamente conceptual. Más allá de una organización visual relativamente cuidada, no tiene ninguna ambición de seducir al espectador a través de sus características formales. Parte de su obra es pictórica, pero las acuarelas colgadas en el segundo piso del Malba son de ejecución despreocupada y hasta técnicamente ingenuas. En el cielo surcado por ojos voladores de The Peep Show (2012), por ejemplo, cualquier interés que pudiese existir en las cualidades plásticas del trabajo queda íntegramente supeditado al juego de palabras que nace entre la imagen y su título.
Sin embargo, el de Macchi es un conceptualismo que yo llamaría “popular”. Al menos en parte. Contrariamente al auto-centrismo palpable en las exploraciones conceptuales de infinidad de artistas contemporáneos (la exploración de lo absurdo de Beuys, el agotamiento de la idea en LeWitt, lo críptico autorreferencial de todo el Arte Povera serían ejemplos salientes), Macchi se interesa en cosas del orden de lo mundano, que nos conciernen a todos o al menos nos resultan familiares. Los análisis de la retórica diariera de Cuerpos sin vida (2003) o Doppelgänger(2005) no son solo observaciones curiosas sobre el discurso periodístico, también reparten su foco de atención entre la idea rectora de la obra y la trivialidad de lo cotidiano. En iguales proporciones.
Otros trabajos revelan un ribete de la personalidad artística de Macchi que, además de conceptual con toques populares, podría describirse como casi pedagógico. Las elucidaciones histórico-sociales que ciertamente podrían esbozarse a partir de lo absurdo en Still Song (2005), la bola de discoteca que en lugar de luz arroja agujeros sobre paredes, suelo y techo, coexisten con una curiosidad por el fenómeno físico de la dispersión lumínica y sus características geométricas. Lo infinitamente improbable de los dos vidrios que ostentan exactamente la misma rajadura en Vidas paralelas (1998) también se presta a análisis múltiples, pero cualquier interpretación es precedida por el inevitable “¿cómo diablos lo hizo?”, seguido por una reflexión casi instintiva relativa a las propiedades físicas del cristal.
Jorge Macchi es ante todo un observador minucioso de lo que supuestamente es normal. Su obra logra subvertir sistemáticamente aproximaciones a la realidad pre-pautadas por la cultura y la costumbre, y demuestra que lo obvio no siempre es tan obvio.
La muestra se podrá visitar hasta el 25 de mayo de 2016
MALBA
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@malba